El fuego ha estado presente en la vida de los humanos desde la prehistoria. Primero como estrategia para recibir calor, después como arma para poner a raya a los depredadores y finalmente para la cocción de los alimentos y las actividades productivas.
Con la evolución, ese aliado incondicional se transformó en una amenaza, que comenzó a poner en riesgo a las personas y a los recursos naturales que necesita para vivir en un ambiente sano.
El fuego pasó a ser un peligro latente. Y el buen manejo del mismo, una necesidad. Precisamente eso es lo que alienta la campaña “No me quemés”, que implica cuidarnos y cuidar nuestra invaluable biodiversidad.
“La historia con el fuego es de larga data. El hombre lo comienza a dominar desde el período Neolítico. Hoy, miles de años después, pese al desarrollo y la evolución de nuestra especie, se sigue teniendo aun una estrecha dependencia de su uso, principalmente para la agricultura. Esto nos lleva al escenario de la provincia de Misiones, donde está vigente la práctica del rozado, que es el despeje de la tierra utilizando el fuego para la quema”, explicó el Prof. Iván Otiñano, Director de Servicios Ambientales de la Subsecretaría de Ordenamiento Territorial del Ministerio de Ecología y docente de la cátedra Problemáticas del Ambiente de la Facultad de Ciencias Exactas, Químicas y Naturales de la Universidad Nacional de Misiones.
Sin embargo, aclaró que esa actividad cada vez implica más peligros, “porque el cambio climático ha modificado las condiciones ambientales de manera significativa. En este escenario de cambio donde están modificadas las condiciones de humedad y se registran altas temperaturas, con eventos extremos más extendidos, el fuego es una situación inconveniente”.
“En algunas partes del planeta el fuego ha sido un elemento modelador de paisajes y ecosistemas, en ellos las especies han evolucionado y se ha adaptado a un fuego que se da por fenómenos naturales, por ejemplo con tormentas eléctricas que generan y que provocan rayos que desencadenan incendios. No es así la historia de Misiones y sus ecosistemas. Los eventos de incendios de origen natural tienen menor incidencia. En la provincia, la génesis de los incendios está vinculada a la actividad del hombre, es decir del hombre como generador del fuego y detonante de los incendios de manera intencional o accidental”, precisó Otiñano.
Si bien el rozado es una práctica ancestral fuertemente arraigada en nuestro modelo de agricultura, es en la zona Centro y Noreste de la provincia donde más preocupación genera y tiene su mayor expresión. El fuego no solo afecta severamente al ecosistema de bosque nativo sino también a sus suelos. En la cotidianeidad de las decisiones que se toman en la chacra, en el cálculo costo-beneficio, los campesinos priorizan el ahorro que les significa preparar la tierra para el cultivo despejando la cubierta vegetal con llamas y no con otros medios que les pueden resultar más onerosos o que difícilmente se puedan adecuar a las condiciones restrictivas en que se desarrolla su agricultura.
El sustrato madre
“Lamentablemente el ecosistema suelo es el que menos se mira, pero en realidad es el más valioso de todos, porque es el sustrato de los demás. Tiene componentes vivos que configuran su biomasa, compuesta por microorganismos, hongos, bacterias, insectos, nematodos y semillas, se suma la materia orgánica y una compleja composición química y mineral. El suelo es generador de numerosos servicios ecosistémicos, entre los que podemos citar el ciclado de nutrientes, el almacenamiento de carbono y agua, hábitat o también la atenuación del impacto de contaminantes entre los más importantes”, opinó el Director de Servicios Ambientales.
“Con las quemas se generan cenizas que aportan algunos nutrientes y que también van modifican el pH, del suelo. El pH es la medida de su acidez o alcalinidad, y es un indicador clave de su calidad. En general nuestros suelos son ácidos, en este caso la ceniza, eleva el pH lo cual resulta favorable para el cultivo. Para los agricultores, es un beneficio, porque sostienen que genera fertilidad, lo cual en parte es correcto pero esa fertilidad es efímera muy lábil, muy vulnerable a ser afectada por la erosión. La verdadera fertilidad se estriba en la existencia sostenida materiales orgánicos dentro del suelo, pero además de que el mismo se encuentre cubierto o protegido de manera natural de las precipitaciones”, añadió.
Apuntó además que “el suelo es sumidero de carbono, lo almacena. Cuando se calcina con un incendio, todo ese carbono se va. Por esta razón los suelos son ecosistemas claves en la lucha contra el calentamiento global y el cambio climático”.
Otiñano aclaró también que los suelos de Misiones son altamente vulnerables a la erosión: “Cuando el suelo está desnudo o descubierto está expuesto a procesos erosivos y la lluvia torrencial es el detonante, en ese contexto no solo se escurren las partículas de suelos y minerales sino también se lleva las cenizas de los rozados hacia cuerpos de agua tales como bañados, arroyos y vertientes. Ahí empieza otra historia en la que comienza a comprometerse la calidad del agua”.
Diferencias entre el Norte y el Sur
“La agricultura de Misiones tiene características diferentes de acuerdo con la zona. En el Norte hay restricciones naturales derivadas de la topografía y el relieve, con pendientes elevadas y abundante vegetación. En el Sur, en tanto, donde no hay tantas pendientes abruptas, allí la agricultura puede optar por alternativas de despeje más mecanizadas, para contener la maleza o preparar la tierra para el cultivo. En el Norte, con las marcadas pendientes existentes y una topografía tan restrictiva, de qué otra manera, si no es con machete y foiza, podés hacer el despeje”, aclaró, remarcando que este último es el sector de la provincia donde se focalizan la mayor actividad de rozados, ligados generalmente a la actividad de pequeños y medianos productores y donde se han tenido la mayor incidencia de incendios.
Hoy tenemos como herramienta de gestión la figura de quemas prescritas donde para la realización de las mismas, los agricultores tienen que gestionar una autorización ante el Ministerio de Ecología, que considera diferentes aspectos que van desde las condiciones ambientales, la superficie, el tipo material para la realización de la práctica. Sin embargo, no todos cumplen con ese paso administrativo fundamental por diversas razones. De ahí el pedido de toma de conciencia, ya que las llamas de un rozado en determinadas condiciones ambientales puede tornarse una situación sin control y ocasionar enormes pérdidas económico-productivas, de bosques nativos e infraestructuras. Es decir, causar daños irreparables.